La política del Reino Unido se ha visto alterada por la publicación
oficial de las manipulaciones del tipo de interés del Libor, el referente británico
de los préstamos bancarios. Y el gobierno conservador de Cameron se ha visto
presionado para abrir de inmediato una investigación sobre cómo se determina
ese referente de una gran parte de los mercados financieros.
Y es que el escándalo del banco británico Barclays por la
manipulación de los tipos de interés de referencia del mercado bancario de
Londres (el Libor) y también del mercado interbancario del euro (el Euríbor), que
“ha arrojado una luz implacable sobre el
corazón podrido del sistema financiero”, en palabras del editorial del
periódico Financial Times (30/6/2012) al descubrirse una vez más la vulnerabilidad
de unos mercados montados sobre la autorregulación de quienes intervienen.
Los hechos, repetidos desde hace años, han quedado
acreditados por el informe de la FSA, la autoridad financiera británica, que ha
sancionado como responsable al banco Barclays con una multa que se eleva a 454
millones de dólares, sumada con otras sanciones de la agencia para el mercado de futuros (la
CFTC) y el Departamento de Justicia de los EEUU.
Pero esas multas multimillonarias no van a recuperar la creciente
pérdida de confianza en el sistema financiero ni repararán el daño causado a
tantos particulares y empresas cuyos préstamos han tomado esos tipos de interés
como referencia; y a los propios especuladores de tipos de interés. Pero la
cuestión es que, al igual que sucede con las calificaciones de crédito, estos porcentajes
de referencia con sus graves deficiencias probadas forman parte del sistema
vigente.
Según el citado informe hecho publico por la FSA el
pasado 27 de junio, los mercados
financieros afectados por la manipulación son los contratos de derivados (apuestas
cuya cuantía de referencia ascendería 350 billones de dólares) y el 90 por
ciento de los préstamos hipotecarios y comerciales estadounidenses que se
vinculan al Libor referido al dólar.
La información oficial difundida reproduce una serie de
correos electrónicos cruzados entre operadores de Barclays y otros colegas a
partir de 2006 sobre los datos falseados que iban a aportar para el cálculo del
Libor y del Euríbor, acomodándolos para que respondieran al interés del Banco
británico. Esos mensajes
intercambiados entre los traders
incluían promesas de recompensas con botellas de champán por juguetear con las
cifras como si estuvieran jugando con la playstation.
Desde la ortodoxia muchos se han apresurado a presentar este
escándalo como obra de unos cuantos operadores sinvergüenzas. Y como es
habitual en la práctica de las empresas, el banco ya ha despedido a empleados junior
autores de algunos correos incriminatorios. Pero ha quedado cuestionada la
organización de este mercado de los préstamos entre bancos que ha hecho posible
esa estafa generalizada.
En el caso del Libor, como destaca la experta del Financial
Times, Gillian Tett, la fijación de ese precio es muy oscura puesto que no se
basa en el registro de las transacciones realizadas sino en la información
aportada sobre los tipos pagados por un
panel, una reducida peña de poderosos banqueros, que también controla la
Asociación británica de banca, responsable de ese mercado. Y desde luego, los
propietarios de los bancos, los accionistas, tenían pocas posibilidades de
controlar las actividades de los gestores financieros.
El caso
es que tras el lenguaje técnico, los reguladores británicos y estadounidenses revelan
las falsedades y abusos practicados en beneficio personal de esos gestores y de
sus entidades. Además de Barclays, más de 20 bancos del mundo están implicados
en los procesos de determinación de los tipos de interés de referencia, entre
ellos los grandes bancos de nombres muy conocidos como Citigroup, Royal Bank of
Scotland, Deutsche Bank, Credit Suisse y USB. Y las complejas investigaciones
en tres continentes, que llevaban años, no se han cerrado todavía por las
autoridades británicas, estadounidenses, suizas y japonesas.
La
prensa anglosajona especializada señala que no se trata de unos hechos aislados
sino que manifiestan un “problema
sistémico” que conmociona a una amplia franja del sector financiero, porque
una vez más hace tambalearse la confianza pública en el mecanismo clave de los
tipos de interés que se utilizan para valorar contratos que suponen billones de
dólares. Esta manipulación del mercado en gran escala lleva a la dirección del
citado periódico financiero a afirmar que “es
difícil pensar en algo más condenable y más corrosivo para la reputación del
capitalismo”.
Lo
asombroso es que el canciller británico, el ministro finanzas George Osborne,
declarara ante el Parlamento que la FSA carece de competencias para perseguir a
los banqueros de Barclays por su manipulación de los tipos de interés
interbancario de referencia. Y resulta
chocante el modo tan rudimentario en que esta estafa se ha perpetrado y los
escasos controles existentes el sistema financiero, regido por el principio
neoliberal que permite a las entidades financieras disfrutar de una enorme
libertad de acción con la seguridad de que nadie les va pedir cuentas y si
fallan pagarán los contribuyentes.
Para
colmo, algunos periodistas británicos han recordado que hace un año, el
consejero delegado de Barclays, Bob Diamond, todo un personaje mundial que ha dimitido ahora, daba una conferencia subrayando la importancia de la cultura bancaria
para “establecer un espíritu de confianza
e integridad”. Y añadía que es difícil definir esa cultura pero para él se
evidencia en “cómo se comporta la gente
cuando nadie le vigila”. Los hechos descubren cual es la cultura de
Barclays, podredumbre.-